domingo, 30 de marzo de 2008

Cuaderno de viaje, marruecos marzo 2008

Una foto sin imagen, con texto:

6,30 h de la mañana en un hotel de Almería. Nuria, Juan y Carmen bajan primero, enseguida van llegando los demás. Después de Ana, que presenta a Idir, se produce una confusión de nombres, saludos y voces en la que todos nos presentamos más o menos tímidos y nadie se entera de nada, ni recordar los nombres, ni asociar los tonos de voz, semblantes, estaturas... pero tenemos nueve intensos días por delante para intimar... para conocer cada inflexión, cada movimiento, cada gesto, cada silencio, cada risa, y cada sonrisa, cada intención más o menos velada... para, en fin comunicarnos y conectar. Carmen (Madrid)

Han pasado ya unos días desde que volvimos de Marruecos. Ha sido una experiencia inolvidable para todos nosotros.



Estoy en casa, es una tarde de lluvia. Cierro los ojos y me vienen a la mente varias imágenes que me hacen recordar diferentes momentos mágicos del viaje, como si estuvieran ocurriendo en este mismo momento.

Estamos en Outat Al Haj, una población situada al nordeste de Marruecos.

Llega a mi mente la música del grupo Afrah (Red de Culturas Solidarias ). Los músicos compartiendo más que su casa, su tiempo o su creatividad; comparten con nosotros sus almas. Bailamos juntos, intentando seguir su ritmo. Nos reímos por lo imposible de la labor, pero nos sentimos cómodos, relajados, felices. El abuelo Hayami con su mirada transparente y sabia, y su sonrisa franca ilumina la habitación en la que hemos pasado tantas horas, charlando, comiendo, durmiendo; intercambiando palabras en árabe, re-aprendiendo que lo importante no es tener, sino ser. Nos hemos sentido realmente acogidos y acompañados, como en una gran familia. Los niños nos miran, nos sonríen, se acercan curiosos. Llega el día de la despedida. Ha sido muy emotivo, muchos besos y abrazos después de dos días intensos, abiertos a la comprensión, la humildad, la solidaridad, la flexibilidad. Me sorprenden las lágrimas y la emoción por la despedida.

Durante el transcurso del viaje chocamos varias veces con muchas realidades diferentes. Una de ellas es la falta de sistemas de riego, y canalización de agua. Conectamos con la situación social y económica en la que viven muchas personas en este país. Algo tan sencillo como abrir un grifo en nuestras casas, se convierte en algo bastante más complicado para algunas regiones de Marruecos. Noureddine nos acompaña a visitar uno de los proyectos de Sodepau, una acequia con la que se pretende mejorar el sistema de riego en los cultivos y el consumo de agua y con ello, también reforzar la red asociativa y favorecer el empleo y así evitar el éxodo de los jóvenes a las ciudades.

Visitamos también un zoco de ganado, un lugar donde se encuentran los diferentes ganaderos de la región, donde la gran mayoría son hombres. Nosotros somos la novedad del día, sus miradas parecen etiquetarnos como si de otro tipo de ganado se tratara: “los turistas”, doce personas, con atuendos occidentales, gafas de sol, mochilas y armas de disparar fotos, nos dirigíamos con cierto reparo y timidez, hacia el centro del zoco, a mezclarnos con los ganaderos, acariciar sus ovejitas, sus vacas, y en fin, experimentar unos momentos de otra realidad impactante y diferente.

No menos curioso fue el paseo por el mercado. Con una constante actividad, personas que van arriba y abajo caminando por las conglomeradas calles, y todo impregnado de olores, colores y sabores peculiares, y miradas intensas, y curiosas y directas, que se cruzan con las nuestras, y algunos empujones más o menos intencionados. Estamos en pleno mercado y la policía se hace notar prohibiéndonos que hagamos fotos. Respiramos unos breves momentos de tensión pero al final todo se resuelve pacíficamente.

Después del día tan ajetreado, vivimos la experiencia de entrar en un hammam. Un baño árabe. En el hammam de chicas intercambiamos sonrisas y otras cuantas miradas recíprocas de curiosidad, creo que llegamos incluso a la complicidad de lo que significa lavarse y compartir un hamman con las mujeres del poblado. Es una experiencia inolvidable, también para los chicos.

Día tras día se va reforzando la sensación de grupo. Las personas del grupo, tan diferentes, y cada uno con sus propias motivaciones para hacer este viaje tan especial, nos sentimos día a día más unidos. Muy conectados. Aprovechamos cualquier momento, pero son especiales los momentos de después de la cena, en que reflexionamos sobre el día, y conversamos y filosofamos sobre distintos aspectos de la vida. Nos sirve para asimilar juntos las experiencias del viaje, y la intensidad, la calidad de las emociones que florecen a cada paso que damos por territorio marroquí. Abdul, es el chofer de la agencia Tizi Rando con la que trabaja Sodepau y con él recorremos kilómetros y kilómetros en un microbús, que se convierte en nuestra segunda casa. Abdul es un hombre bondadoso, positivo, inteligente, le encanta charlar, reflexionar, y no sólo ha sido nuestro chofer, ya se ha convertido en nuestro amigo, un gran amigo, a quién esperamos volver a ver pronto.

Seguimos la ruta marcada, aunque ninguno de nosotros lleva grabado en mente el itinerario inicial. Los pequeños cambios de recorrido o de horarios se aceptan de forma natural, estamos disfrutando de cada momento que el viaje nos ofrece.

Seguimos hacia Boukhalfa (Missour), bordeando el Atlas Medio y el Alto, y por el camino podemos ver restos de antiguas kashbas. Paramos en la ciudad, donde conocemos a Tahar, quién nos enseña un centro de formación para jóvenes, construido gracias a una subvención de la Agencia de Desarrollo Social de Marruecos y donde actualmente ya se reúnen diferentes asociaciones de Missour.

No podemos quedarnos a dormir en el poblado de Boukhalfa, aunque nos hubiera gustado mucho, ya que se trata también de un pueblo y una gente entrañables. Visitamos varios proyectos de la zona, enmarcados dentro del proyecto de Xarxa Cornisa, que impulsa la dinamización asociativa. Visitamos la construcción del que será un albergue de acogida de turismo rural sostenible. También visitamos un centro de formación y educación a mujeres, donde por el momento dan clases para aprender a coser, pero que pretende dar una respuesta más amplia a la falta de cualificación de la mujer rural, el analfabetismo y el paro. Este centro está creado con el apoyo de INDH (Iniciativa Nacional de Desarrollo Humano de Marruecos)

Antes de irnos, aún nos da tiempo a hacer una excursión a “la montaña pelada”. Paseamos por una zona de cultivos, atravesamos un río, vemos a las mujeres recolectando. Es un ascenso suave aunque Idir nos ha llevado a algunos por la parte más difícil de la montaña. Llegamos a la cima y hay unas vistas impresionantes. Con tintes de atardecer intercambiamos sonrisas y miradas de curiosidad con unos niños que nos acompañan todo el camino.

Descansamos en la ciudad, en casa de una familia encantadora que nos acoge como a uno más de la familia, aunque seamos doce y algunos con un gran apetito. Desde la terraza de su casa vemos las casas de la ciudad, y ese edificio impenetrable para nosotros y que no pasa desapercibido en ninguno de los lugares por donde pasamos: LA MEZQUITA, que me recuerda, ese canto profundo, esa poderosa llamada a la oración, que no me deja de sorprender, y de atraer a la vez.

Llegamos casi al final de nuestro itinerario, Goulmima. Nos hospedamos en un acogedor hotel familiar, “Les Palmiers”, donde el primero que nos da la bienvenida es Filo, el perro... Allí recordamos el lujo que representa una ducha, y una taza de water .. recuerdos para algunos seguro que también inolvidables (no quiero ser indiscreta, Juan, Marcel).

Y pasamos un gran día en el desierto. No en ese desierto donde van todos los 4x4 en oleadas de turismo masivo. Ese turismo tan irrespetuoso con el medio ambiente y tantas otras cosas. No. No fuimos a ese desierto.

Vivimos muchas emociones y sensaciones distintas y muy especiales. Recuerdo nuestras manos entrelazadas, bajando a saltos por la gran duna, esa gran duna que tanto esfuerzo nos costó subir. Aunque nos perdiéramos el atardecer por los pelos, el intercambio con la familia nómada, fue impresionante. Estuvimos sentados con ellos, tomando té y pan picante. Otro mundo detenido en el tiempo, otra realidad tan diferente. Fue otro de los tantos momentos mágicos que ninguna foto puede describir, impactante y emotiva. De repente, nos sorprendió la tormenta de arena y el frío. Esa misma tormenta que nuestros guías ya predijeron horas antes, y tuvimos que irnos.

Es el último día en Goulmima y llueve. Llueve en el desierto. Qué alegría. Visitamos la medina y el ksar con sus calles negras y la gente; las mujeres, los hombres, los niños y niñas con los que nos cruzamos en esas calles, nos sonríen y nos saludan como si nos conocieran de toda la vida. Realmente siento que nos dan la bienvenida. Marhaba!. Bienvenidos a Marruecos. Esto, también es Marruecos.

Siento que una gran parte del viaje se acaba aquí. Una parte muy auténtica que nos ha permitido conectar con otra realidad, convivir con la gente, compartir sus preocupaciones y sus ilusiones.

Nos dirigimos a Fez. Atravesamos la Suiza marroquí, otra contradicción dentro de las grandes contradicciones. Un pueblo, con grandes calles, grandes coches, grandes casas. Por un momento parece que estamos en Suiza. Allí viven los más ricos del país.

Y seguimos hasta Fez. Abdul, nuestro amigo, nos invita a su casa, a comer, y a conocer a su familia. Otro momento para guardar en el álbum de los recuerdos.

Por la tarde, nos da tiempo para conocer un poco Fez, a marchas forzadas, con un guía oficial, que nos lleva atravesando el zoco, a las tiendas históricas de piel, alfombras, pañuelos y perfumes, donde uno tras otro, hasta quién no tenía pensado comprar nada, acaba rindiéndose ante el arte infinito del regateo de unos grandes vendedores. Todos acabamos haciendo las inevitables compras del viaje.

Y ya llega el final. Nuestra última noche en Marruecos, en Ait Jaber, al nordeste de Fez, en un acogedor albergue rural." name="GENERATOR">

Dedicado a:

Anna, por ser la gran guía del viaje
Idir, porque con su mirada de niño, nos ha recordado lo sencillas que pueden ser algunas cosas.
Pepe, por ser el experto, inshallah (si Dios quiere)
Carmen, por su fortaleza y a la vez su suavidad
Marcel, por ser el segundo guía, el experto en árboles, en montañas y en risas
Àngels, por su pasión por las cosas y por su alegría contagiosa
Rosa, por su compañerismo, y su disposición (y nuestros despistes)
Juan, por ser el buscador, no solo de imágenes
Iván, por sus reflexiones y su curiosidad
Alba, por su risa contagiosa y su madurez
Núria, por su gran energía y su sonrisa permanente
Oscar, por acabar siempre apareciendo desde algún lugar y por sus filosofías.
Abdul, por su generosidad infinita.

Y a todos aquellos niños con los que intercambiamos o no, miradas y sonrisas. Aquellos con los que no pudimos porque estaban trabajando en el mercado o de limpiabotas, o vendiendo souvenirs para los turistas, o pidiendo dirhams o euros, o bolígrafos. Para todos ellos en especial les deseamos un mundo más justo, en el que tengan la oportunidad de ser realmente lo que son: niños.

Y a todos aquellos que nos cruzamos por nuestro camino y compartieron su tiempo y sus sonrisas y su amistad y tantas otras cosas con nosotros: SHUKRAM !! (GRACIAS)

1 comentario:

Mercè Cámara dijo...

M'has fet recordar tantes coses... i adonar-me'n, a la vegada, de la quantitat de paraules que encara estan dintre nostre per sortir, per compartir, per viatjar també. Tinc encara intactes molts records d'aquell primer viatge al Marroc...molts...